En este sitio lo fundamental es no perder el ritmo, despuntar el vicio. Como Periodista Deportivo hoy es difícil ganarse el pan y ni les digo escribir, expresar un sentir en un medio...Aquí se intentará dar rienda suelta a la improvisación, la innovación, la opinión y hasta el humor. Espero que lo disfruten tanto como espero disfrutarlo yo.
miércoles, 21 de marzo de 2012
El Muro y una licencia
A propósito del paso Roger Waters y su muro por estos pagos, en su noche de cierre pude estar presente y luego de la sacudida emocional, vino la reflexión profesional. Nada, creo yo, que interprete mejor la realidad del futbolista y sus muros. No me extiendo y comparto “El Jugador” de Eduardo Galeano de su libro El Fútbol a sol y sombra.
“Corre, jadeando, por la orilla. A un lado lo esperan los cielos de la gloria; al otro, los abismos de la ruina. El barrio lo envidia: el jugador profesional se ha salvado de la fábrica o de la oficina, le pagan por divertirse, se sacó la lotería. Y aunque tenga que sudar como una regadera, sin derecho a cansarse ni a equivocarse, él sale en los diarios y en la tele, las radios dicen su nombre, las mujeres suspiran por él y los niños quieren imitarlo. Pero él, que había empezado jugando por el placer de jugar, en las calles de tierra de los suburbios, ahora juega en los estadios por el deber de trabajar y tiene la obligación de ganar o de ganar
Los empresarios lo compran, lo venden, lo prestan; y él se deja llevar a cambio de la promesa de más fama y más dinero. Cuanto más éxito tiene, y más dinero gana, más preso está. Sometido a disciplina militar, sufre cada día el castigo de los entrenamientos feroces y se somete a los bombardeos de analgésicos y las infiltraciones de cortisona que olvidan el dolor y mienten la salud. Y en las vísperas de los partidos importantes, lo encierran en un campo de concentración donde cumple trabajos forzados, come comidas bobas, se emborracha con agua y duerme solo.
En los otros oficios humanos, el ocaso llega con la vejez, pero el jugador de fútbol puede ser viejo a los treinta años. Los músculos se cansan temprano.
(...)o antes de los treinta, si un pelotazo lo desmaya de mala manera, o la mala suerte le revienta un músculo, o una patada le rompe un hueso de esos que no tienen arreglo. Y algún mal día el jugador descubre que se ha jugado la vida a una sola baraja y que el dinero se ha volado y la fama también. La fama, señora fugaz, no le ha dejado ni una cartita de consuelo”
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