sábado, 17 de diciembre de 2011

Ya se acerca Nochebuena


Llegando con el olor del tanque como quien dice, pasando por enfrente de los balances de fin de año y aún tratando de no entrar en los detalles del torneo más federal, más raro, más carente de clásicos de la última década, es imposible no recordar algunos hechos puntuales de un tiempo que será imposible de recordar para varios equipos y millones de hinchas. No puedo evitar relojear algunas estadísticas para ver qué dejó el remolino desde aquel febrero en el que comenzaba el Clausura 2011.

Para empezar se llevó a Huracán que arrancó su última temporada con Brindisi y selló su despedida con Pompei. Acá se sufrió por el Lobo que, por lo menos, se sacó de encima a Cappa y que aún padeciendo la mala, recuperó parte de su sonrisa en la BN con el Pedro de la gente; Quilmes pasó a saludar con Madelón en el banco y se fue con Caruso y ni hablar del porrazo de River, el gigante que gana y gana pero aún trata de digerir la realidad que todos los días lo muestra como aspirante al ascenso a Primera. Y también se fue Palermo, pero por la puerta grande.

En otro rubro, para varios la salida no fue la esperada. Tales son los casos de Berizzo en Estudiantes, la de Sensini en NOB o la de Mohamed del Rojo (que fue campeón Sudamericano ¿se acuerdan?) ¿Otros casos? Méndez en Banfield, Ramón en el Ciclón, Gamboa en Colón (derecho al sillón de FOX), Russo y su sonrisa incandescente de Racing (también se iría del Pincha con casi calcado destino) por tirar solamente técnicos.

Pero llegando las Navidades quisiera permitirme otra atribución desde esta columna. Esta vez será armar una carta para el arbolito, como cuando pibe, con algunos pedidos que creo le vendrían bárbaro a la estructura futura de nuestro querido Clausura por llegar. A ver si atiende Papá Noel.

Que más de un equipo quiera ganar el torneo así no le sobran cuatro fechas.

Que Estudiantes contrate a Justo Villar y a Coria, ya que un arquero y un volante ofensivo le vendrían bárbaro.

Que Cappa en estas fiestas brinde con Sidra del Mercado Central y se clave unos grandes éxitos de Amar Azul para el bailongo post-brindis.

Que en el Domo Multieventos de 32 y 25 también se pueda jugar al fútbol (digo jugar, con la pelota rodando parejito, que no vuelen pedazos de pasto como si estuviera el suelo minado)

Que Daniel Vila haga una conferencia como Presidente de la AFA paralela, con Pamela David a upa desde la base Marambio, buscando la absoluta federalización del torneo.

Que Benedetto cumpla fecha a fecha la próxima cábala de Falcioni.

Y nada más, esos son mis pedidos. Desde acá felices fiestas para todos y a disfrutar del mejor fútbol que viene, el que se juega con amigos o con familia después del asado y al sol. ¡Salud!

El amor en los tiempos del cólera


Que alguno haya tenido el tupé de siquiera insinuar tildar como “traidor” al gran René Houseman sólo porque la imagen que llegaba desde Catamarca nos mostraba a ese Chaplin de la pelota festejando los goles de su amado Excursionistas eliminando de la Copa ni más ni menos que al club que le hizo conocer la gloria, su querido Huracán.

Hay quién no puede entender que el amor de tu vida es y será uno solo y que lo demás serán bellos recuerdos o hermosos presentes, pero no entender ese detalle, nos desnuda como carentes de romanticismo futbolero. Y que no se me pare de manos algún lector bravío con que esto es una mariconada porque quisiera verlo cuando su pibe haga un gol y lo busque en la tribuna o la nena se le venga a los brazos con la camiseta 10 de acetato imposible de poner en verano, la que la madre rogó, siempre y en silencio, que no le compre.

Esta cuestión del etiquete per sé, de los traidores apuntados por vaya a saber qué tipos y de qué calaña nos da clara evidencia de que algunos personajes, hinchas con micrófonos o máquinas de escribir pongámosle, están realmente mal. Quien no avale la chance de que en el fútbol haya amor en estado puro (no amor enfermo y repudiable) sino del que estalla en el cuerpo, del que fluye como lava en sangre, aquel que no repare que ese es el amor que tiene el Loco Houseman por el club de su barrio, de su vida, por su verde de siempre, quien no entienda eso, nunca podrá entender quién fue Quijote de la gambeta, Rey del potrero que dejó su posta al entrañable Burrito Ortega que al igual que él se fue con su chispa y sus demonios a tirar caños por las canchas del ascenso.

Cuentan los libros que René Orlando Houseman hizo todas las inferiores en Excursionistas pero que las vueltas de la vida lo llevaron a debutar en primera con la casaca del rival de barrio, de Defensores de Belgrano (actual equipo de Ortega) allá por el 71. Que su desparpajo, su desequilibrio y sus gambetas lo llevaron al Huracán de Menotti que lo apañó y le dio la chance no sólo de coronarse campeón en Primera sino también de jugar dos mundiales y ser Campeón del Mundo en el 78; después su infierno personal hizo que su carrera se fuera diluyendo, casi como él, pero siempre soltando magia al andar.

Eso dicen los libros, pero cuenta el propio Hueso en una entrevista: “Una tarde me presenté en el estadio para jugar el partido directo desde un cumpleaños de la noche anterior, con (por supuesto) un estado de ebriedad total. Cuentan que me hicieron duchar y que me dieron de tomar varios de litros de café. Jugábamos de local contra River... Cero a cero el partido, 41 minutos del segundo tiempo: parece que fui a buscar una pelota, que fui avanzando en diagonal de derecha a izquierda eludí a uno, la tiré larga entre los dos defensores centrales y cuando desde el arco me salió el Pato Fillol en el mano a mano, amagué, lo eludí y la crucé suavemente con la pierna derecha. Modestamente, un golazo. Luego dicen que quedé tirado en el piso riéndome. Tras eso me hice el lesionado, pedí el cambio y me fui directo a dormir a mi casa. Comentan que la gente (ignorando inclusive mi situación de ese momento) me despidió con su tradicional: Y chupe, chupe, chupe… no deje de chupar… el Loco es lo más grande del fútbol nacional ¡Hice un gol borracho!".

Eso dicen los libros, eso cuenta él. Yo prefiero creer que el propio espíritu de Mané Garrincha se instaló en su cuerpo porque necesitaba seguir jugando, que sé yo…

Hay otro amor muchachos, éste del Loco que no lastima, que no daña, el puro, el pícaro y es el que juzgan algunos por no saber de eso. No es el cólera quien aparece como creían quienes pululaban alrededor del doctor Juvenal Urbino de la Calle, a quien le hervía la sangre con sólo nombrar a la plebeya Fermina Daza en la obra de García Márquez, al que de paso le tomo prestado el título de su novela para esta humilde columna. La cosa va por otro lado y aunque yo deteste las exclusividades, parece que es sólo para entendidos de cuestiones de noches largas y del corazón esta historia del malabarista del Bajo Belgrano y su intacta fidelidad a Excursionistas.

Pd: Aguante Tricolores Carajo!!