sábado, 14 de abril de 2012

Un buen momento


La frase, para quién no sepa, la inmortalizó el relator Mariano Closs pero la pregunta es ¿Cuál es un buen momento en la cancha? ¿Se los llega a disfrutar a pleno cuando pasan? O por el ritmo o la intensidad del partido se nos van por alto y nos quedamos sin nada más que el final. Pienso, porque se que detrás de la inigualable sensación del gol o la del final ganador de fin de semana se esconden otras vicisitudes, otras alternativas que engloban a la jornada futbolera toda.

Obviando que un inigualable comienzo de fecha son las pastas con la nona. Pensemos en la primera pelota divida del juego y ese zapatazo al arco de cualquier lugar y a cualquier parte que siempre, siempre va a sacarte un UHHHHH!!! E inmediatamente después viene el codazo al de al lado para empezar el agite. Eso es contagio de entusiasmo instantáneo

Otra. Cuando vuela una roja para el rival. Esta es buenísima y no es para cualquiera, están los que se envalentonan y gritan a lo Mel Gibson en Corazón Valiente o los que esperan un cachito porque saben que perder con uno menos y "pechearla" es casi lo mismo.

En las situaciones de éxtasis no se puede obviar el aguante final. No me pidan aclaraciones minuciosas pero cuando a los míos los cascotean de todos lados y los míos sacan todo para cualquier lado o cuando se tiran al borde del penal o cuando el arquero la saca con la uña, yo grito como una bestia. Esa sensación de ser parte, de defender el resultado también con el aliento desde la tribuna es inexplicable y sobre todo de visitante.

El gol ya mencionado o el buen juego alegran a cualquiera eso no se discute, pero a veces son otros los detalles que nos contagian ese "que se yo” a la hora de entender porque nos gusta tanto este asunto de la pelotita. Sobrentendido es que el triunfo de por si le calza a cualquier cuatro de copas, pero hay detalles que son genéticos del tipo futbolero. De raza, de tablón. Del que no se va antes porque " A la salida es un quilombo y llego a cualquier hora" Eso es pecado. Vade Retro plateísta !.

Quedan algunas dando vueltas. Que el amigo de tu amigo te lleve de visitante y no te haga poner para la nafta o el peaje. Que a los de enfrente no se los escuche en todo el partido o se les enrede la bandera grande o simplemente ver a tu ex-novia con otro...pero más fea y más gorda.

martes, 3 de abril de 2012

Señores dejo todo


Repitió la frase, miró fijo el cielo que lo tapaba y sintió que algo adentro suyo se rompía. Miró a su alrededor y vió a sus pares mufados por un partido que ya era historia, pero para él no era la única historia. No atinó a dar pasos firmes hacia la salida, por que sabia que esa salida lo iba a llevara un lugar mucho más vacío que un estadio sin gente, era peor que un resultado lo que cosechaba o lo que le quedaba esa noche.

Como todos los que fuimos alguna vez a una cancha, él también llevaba su mochila, la de la noche anterior, la de sus últimos meses o la de toda su perra vida. Y es ahí, donde sin derecho real pero por decantación terminan las realidades más o menos miserables, según el caso, de cada uno. La tribuna termina siendo una suerte de cloaca emocional y por ahí todo va… Alegría, tristeza, guita, minas, amigos que se van, laburo…todo se va por ahí. En cada aliento, en cada grito desaforado. Cuando uno anda en la mala es probable que hasta suene creíble el menos pintado cuando grita que al de enfrente hay que “cagarlo a tiros” cuando en la mayoría de los casos desearían tirotear a su fortuna.

Y andaba el tipo, frustrado y roto. Su alma en pena no merecía un desprecio semejante de la diosa pelota o de la diosa fortuna.

La noche anterior le había prometido a su novia de siempre que de una vez iban a sentarse a hablar, arreglar las cosas “que se yo” le dijo, enderezar la relación “no sé”. La flaca lo había advertido “si te vas no vuelvas”. Él le entregó su sinceridad y su credibilidad igual que el dos nuestro le entregó el gol a los pingüinos esos cuando quedaba nada para que terminara el partido.

Comenzó a caminar lento hacia los micros, seriamos doscientos, quinientos desgraciados los que teníamos que cruzar ocho horas de ruta nocturna para volver a casa. Ya era muy tarde y había perdido mal. Se dió cuenta que mucho más que un partido.

En el micro de vuelta hubo postre y arenga de Termidor “Señoooresss dejooo todo!!! Me voy a ver al…” Él ni llegó a nombrar a su equipo que se le anudo la gola. Se hizo bien el boludo y tosió para caretear el lagrimón. Pensó en todo lo que había dejado y todo lo que había perdido. Y entendió algo después de mucho tiempo.

Que había dejado todo de verdad y se sintió peor.