sábado, 17 de diciembre de 2011

El amor en los tiempos del cólera


Que alguno haya tenido el tupé de siquiera insinuar tildar como “traidor” al gran René Houseman sólo porque la imagen que llegaba desde Catamarca nos mostraba a ese Chaplin de la pelota festejando los goles de su amado Excursionistas eliminando de la Copa ni más ni menos que al club que le hizo conocer la gloria, su querido Huracán.

Hay quién no puede entender que el amor de tu vida es y será uno solo y que lo demás serán bellos recuerdos o hermosos presentes, pero no entender ese detalle, nos desnuda como carentes de romanticismo futbolero. Y que no se me pare de manos algún lector bravío con que esto es una mariconada porque quisiera verlo cuando su pibe haga un gol y lo busque en la tribuna o la nena se le venga a los brazos con la camiseta 10 de acetato imposible de poner en verano, la que la madre rogó, siempre y en silencio, que no le compre.

Esta cuestión del etiquete per sé, de los traidores apuntados por vaya a saber qué tipos y de qué calaña nos da clara evidencia de que algunos personajes, hinchas con micrófonos o máquinas de escribir pongámosle, están realmente mal. Quien no avale la chance de que en el fútbol haya amor en estado puro (no amor enfermo y repudiable) sino del que estalla en el cuerpo, del que fluye como lava en sangre, aquel que no repare que ese es el amor que tiene el Loco Houseman por el club de su barrio, de su vida, por su verde de siempre, quien no entienda eso, nunca podrá entender quién fue Quijote de la gambeta, Rey del potrero que dejó su posta al entrañable Burrito Ortega que al igual que él se fue con su chispa y sus demonios a tirar caños por las canchas del ascenso.

Cuentan los libros que René Orlando Houseman hizo todas las inferiores en Excursionistas pero que las vueltas de la vida lo llevaron a debutar en primera con la casaca del rival de barrio, de Defensores de Belgrano (actual equipo de Ortega) allá por el 71. Que su desparpajo, su desequilibrio y sus gambetas lo llevaron al Huracán de Menotti que lo apañó y le dio la chance no sólo de coronarse campeón en Primera sino también de jugar dos mundiales y ser Campeón del Mundo en el 78; después su infierno personal hizo que su carrera se fuera diluyendo, casi como él, pero siempre soltando magia al andar.

Eso dicen los libros, pero cuenta el propio Hueso en una entrevista: “Una tarde me presenté en el estadio para jugar el partido directo desde un cumpleaños de la noche anterior, con (por supuesto) un estado de ebriedad total. Cuentan que me hicieron duchar y que me dieron de tomar varios de litros de café. Jugábamos de local contra River... Cero a cero el partido, 41 minutos del segundo tiempo: parece que fui a buscar una pelota, que fui avanzando en diagonal de derecha a izquierda eludí a uno, la tiré larga entre los dos defensores centrales y cuando desde el arco me salió el Pato Fillol en el mano a mano, amagué, lo eludí y la crucé suavemente con la pierna derecha. Modestamente, un golazo. Luego dicen que quedé tirado en el piso riéndome. Tras eso me hice el lesionado, pedí el cambio y me fui directo a dormir a mi casa. Comentan que la gente (ignorando inclusive mi situación de ese momento) me despidió con su tradicional: Y chupe, chupe, chupe… no deje de chupar… el Loco es lo más grande del fútbol nacional ¡Hice un gol borracho!".

Eso dicen los libros, eso cuenta él. Yo prefiero creer que el propio espíritu de Mané Garrincha se instaló en su cuerpo porque necesitaba seguir jugando, que sé yo…

Hay otro amor muchachos, éste del Loco que no lastima, que no daña, el puro, el pícaro y es el que juzgan algunos por no saber de eso. No es el cólera quien aparece como creían quienes pululaban alrededor del doctor Juvenal Urbino de la Calle, a quien le hervía la sangre con sólo nombrar a la plebeya Fermina Daza en la obra de García Márquez, al que de paso le tomo prestado el título de su novela para esta humilde columna. La cosa va por otro lado y aunque yo deteste las exclusividades, parece que es sólo para entendidos de cuestiones de noches largas y del corazón esta historia del malabarista del Bajo Belgrano y su intacta fidelidad a Excursionistas.

Pd: Aguante Tricolores Carajo!!

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